En esta exposición aparece la pregunta por la posibilidad de la estética como lugar de resistencia. Por lo general, un trabajo artístico que es agradable, muy placentero a la vista, no es leído como un lugar de crítica, en el caso del trabajo de María Isabel Vargas, la noción de lo plácido se subvierte, y se introduce la partícula de lo incómodo; entre todos estos colores y armoniosos degradés hay tal vez algo que no está bien. ¿Cómo se construyen las identidades, los gustos y los deseos que creemos únicos e individuales? ¿Son realmente nuestros o son sólo manifestaciones de una cultura prefabricada y orientada hacia la repetición irreflexiva de tendencias?
Lo bello, o lo que desarrolla una estética sumamente estilizada, puede ser usado como forma de control y de sujeción social. Es el caso de la propaganda en regímenes autoritarios, para citar el ejemplo más evidente, pero también es el caso de la instrumentalización de la cultura por el capitalismo, que busca homogeneizar los gustos para obtener una sociedad de consumo engranada y disciplinada, en la que el sujeto pierde su poder de agencia y de auto-creación.
“Resistencia elástica” se construye desde la observación de un resorte, un slinky, un juguete tan popular que ya hace parte del imaginario colectivo, en ese ir y venir de colores fluorescentes, Maria Isabel encontró un punto de entrada para una experimentación formal que la llevó también a una forma de crítica cultural. Desde ese lugar nos invita a desarrollar una elasticidad conceptual frente a la cultura de masas, a complejizar nuestra relación con el gusto, a poder usar las estéticas populares para hablar de los peligros de la cultura de masas desde su mismo lenguaje.
Curaduría: María Adelaida Samper
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